Con todo, reunido al otro día el Senado en el templo de la Tierra, como Antonio, Planco y Cicerón propusiesen una amnistía y concordia, pareció conveniente no sólo ofrecer la impunidad a los conjurados, sino que además los cónsules consultasen acerca de los honores que habían de concedérseles; tomados estos acuerdos, se disolvió el Senado. Envió enseguida Antonio a su hijo como en rehenes al Capitolio, con lo que bajaron Bruto y los suyos, saludándose y abrazándose todos mutuamente, confundidos unos con otros, y a Casio se le llevó Antonio a cenar a su casa, a Bruto Lépido, y de los demás cada uno a aquel con quien tenía mayor amistad, o a quien miraba con más inclinación. Congregado otra vez al día siguiente al amanecer el Senado, en primer lugar se decretaron honores a Antonio, por ser quien cortaba y sofocaba el germen de la guerra civil, y después de prorrumpir todos los presentes en alabanzas de Bruto, se procedió a la distribución de las provincias, decretándose a Bruto la isla de Creta; a Casio, el África; a Trebonio, el Asia; a Cimbro, la Bitinia, y al otro Bruto, la Galia confinante con el Po.