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Así hablaba Bruto en sus primeras cartas; pero cuando ya todo quedó dividido entre César y Antonio, y los ejércitos se vendían, como en subasta, al que más daba, desesperando enteramente de los negocios, determinó dejar la Italia, y a pie se encaminó a Elea, en busca del mar, por la Lucania. Debiendo Porcia regresar desde allí a Roma, quería ejecutarlo sin noticia de Bruto, por la gran pena que le causaba; pero un cuadro le hizo traición y la descubrió en medio de que era mujer de mucho espíritu, porque contenía un suceso griego que era la despedida de Héctor, llevándose consigo Andrómaca el hijo, y quedándose con los ojos fijos en aquel. La representación de este acto tan tierno le arrancó a Porcia las lágrimas, y yéndosele todo el día en mirarle, prorrumpía en sollozos; y como Acilio, uno de los amigos de Bruto, recitase aquellos versos de Andrómaca a Héctor: Tú me eres, Héctor, padre y madre cara, y amado hermano, y floreciente esposo, dijo sonriéndose Bruto: “Pues en cuanto a mí, no cuadra replicar con lo que respondió Héctor: Tú a las criadas de la rueca y telas la diaria tarea les reparte; porque si le falta a Porcia el cuerpo para igualarnos en hechos de valor, en su ánimo se sacrifica por la patria al par de nosotros”. Así nos lo dejó escrito el hijo de Porcia, Bíbulo.

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