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Anunciados en la Macedonia estos sucesos, no pudo contenerse Bruto de escribir a Hortensio que diera muerte a Gayo Antonio, en debida satisfacción por Decio Bruto y por Cicerón; por éste, como amigo, y por aquel, en razón del deudo de parentesco que con él tenía. Por lo tanto, habiendo venido después Hortensio en Filipos a las manos de Antonio, le dio éste muerte sobre el sepulcro de su hermano. Dícese de Bruto haber sido más la vergüenza que le causó el motivo de la muerte de Cicerón que el dolor que sintió por ella; lo que echó en cara a sus amigos de Roma, diciéndoles que más servían por culpa suya propia que por culpa de los tiranos, viendo y presenciando cosas que ni oírse podían con paciencia. Pasando, pues, al Asia el ejército, que ya era brillante, se dedicó a prevenir y formar su armada en la Bitinia y en las cercanías de Cícico: y recorriendo por tierra las ciudades, procuró mantenerlas en sujeción, dio audiencia a los poderosos y escribió a Casio llamándole del Egipto a la Siria; pues siendo así que ellos no tanto ejercían una magistratura cuanto que se constituían en libertadores de su patria, traían divididas y errantes aquellas fuerzas con que habían de destruir a los tiranos, cuando convenía que, puesta la atención y el cuidado en aquel propósito, no se alejaran mucho de la Italia, sino que a ella marcharan para ir en socorro de los ciudadanos. Como Casio se hubiese mostrado pronto y bajase a su llamamiento, fue a encontrarse con él, y se vieron por primera vez en Esmirna, desde que, separados en el Pireo, el uno se había encaminado a la Siria y el otro a la Macedonia. Fue, pues, grande el placer y la confianza que mutuamente tuvieron en vista de las fuerzas que cada uno de los dos había reunido, por cuanto, habiendo partido de la Italia comparables a los más oscuros desterrados, sin dinero, ni armas, ni un barco, ni un soldado, ni una sola ciudad de su parte, antes que hubiese pasado mas que un breve tiempo habían vuelto a juntarse disponiendo ya de tantas naves, tanta caballería e infantería y tantos fondos, que podían entrar dignamente en contienda sobre el Imperio de Roma.

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