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No habiendo envuelto a los soldados de César, sino confundiéndose con ellos, fácilmente vencieron a hombres sorprendidos Y desordenados, y de este modo desbarataron tres legiones, entrándose con los fugitivos en su campamento, arrebatados del mismo ímpetu de la victoria: entre ellos se hallaba Bruto; pero lo que los vencedores ignoraban la ocasión lo reveló a los vencidos, porque dando éstos en la hueste contraria, que se hallaba desguarnecida por habérsele separado su derecha, el centro no lo rechazaron, sino que hubieron de sostener con él un reñido combate; mas rechazaron el ala izquierda por el desorden ocurrido desde el principio y no saber ésta lo que pasaba, y persiguiéndola hasta su propio campamento, empezaron a destrozarlo, sin que en esto interviniese ninguno de los dos generales, porque Antonio, esquivando al principio el ataque, según dicen, se había retirado a la laguna, y César no podía comparecer, por haberse salido del campamento, y aun a Bruto le habían mostrado algunos sus espadas teñidas en sangre, para hacerle entender que lo habían muerto, y le decían cuál era su edad y su figura. También el centro había rechazado a los contrarios con gran mortandad, viéndose bien claro que Bruto había vencido y que había sido derrotado Casio; esto sólo fue lo que enteramente los perdió, no habiendo aquel socorrido a Casio por creerle vencedor, y no aguardando éste a Bruto por juzgarle vencido; pues Mesala ponía el término de la victoria en haberle tomado tres águilas y muchas insignias a los enemigos, no habiendo tomado ellos ninguna. Al retirarse Bruto después de saqueado el campamento de César, se admiró de no ver entre esto el pabellón pretoriano de Casio sobresaliendo, como es de costumbre, ni tampoco las otras tiendas, según el sitio que debían ocupar, pues realmente las más habían sido derribadas y tiradas luego que los enemigos cayeron sobre el campamento. Los que adelantaban más sus observaciones, decían que veían muchos morriones resplandecientes y escudos de plata discurrir por el campamento de Casio, pareciéndoles que ni en el número ni en la clase eran aquellas las armas del piquete de guardia; pero que, por otra parte, no se descubría el número de cadáveres que era consiguiente, si tantas legiones hubiesen sido vencidas de poder a poder. Esto fue lo que dio a Bruto la primera sospecha de lo sucedido, y dejando una guardia en el campamento de los enemigos, llamó a los que les seguían el alcance para ir en socorro de Casio.

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