Murieron de esta parte ocho mil hombres, incluso los siervos armados, a los que Bruto llamaba Brigas; de la otra parte dice Mesala que, en su entender, murió más del doble. Por lo mismo fue mayor el desaliento que la sobrecogió, hasta que a la caída de la tarde llegó a la tienda de Antonio un esclavo de Casio, llamado Demetrio, que al punto recogió del cadáver el manto y la espada, y presentadas estas prendas subió tan de punto su confianza, que al rayar el día siguiente sacaron las tropas dispuestas para la batalla. Bruto, como uno y otro campo se hallasen en estado de poca seguridad, porque el suyo, estando lleno de prisioneros, necesitaba una fuerte y vigilante guardia, y el de Casio no llevaba bien la mudanza de caudillo, habiéndose excitado en los vencidos un poco de envidia y odio contra el ejército vencedor, determinó sí, tener dispuestas sus fuerzas, pero evitó el combate. De los prisioneros, a la chusma esclava, que mezclada con hombres armados daba que sospechar, mandó que se le diese muerte, y de los libres dio soltura a algunos, diciendo que más bien habían sido presos por los enemigos, pues allí había cautivos y esclavos, y en su ejército no más que libres y ciudadanos. Mas como observase que sus amigos y los jefes estaban en este punto inexorables, oculta y reservadamente les daba después escape. Había un tal Volumnio, comediante, y un tal Saculión, juglar, entre los cautivos, de los que como ninguna cuenta hubiese hecho Bruto, se le presentaron sus amigos, acusándolos de que ni aun entonces cesaban de insultarlos y motejarlos por burla. Calló a esto Bruto, teniendo puesta su atención en otros cuidados, y Mesala Corvino determinó que, después de haberlos azotado en la tienda, fueran entregados desnudos a los soldados de los enemigos, para que vieran cuáles eran los amigos y camaradas que les convenían, a lo que algunos de los que se hallaban presentes asintieron; pero Publio Casca, el primero que hirió a César, “No parece- dijo-que es buen modo de hacer exequias a Casio en su muerte ocuparnos en risas y chanzas; y tú ¡oh Bruto!- añadió-, mostrarás en qué memoria tienes a este general, castigando o conservando a unos hombres dispuestos a mofarse y maldecir de él.” Incomodado Bruto al oírlo: “¿Por qué me preguntáis ¡oh Casca!- le replicó-, y no hacéis lo que os parezca?” Y teniendo esta respuesta por una aprobación en cuanto a aquellos desventurados, los sacaron de allí y les dieron muerte.