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No era mejor el estado de los negocios para César y Antonio, reducidos en cuanto a víveres a lo muy preciso, y amenazados, por el desabrigo del campamento, de un malísimo invierno. En efecto; arrinconados a las lagunas, habiendo sobrevenido después de la batalla las lluvias del otoño, se llenaban las tiendas de lodo y agua, que luego se congelaba por el frío. Cuando tal era su situación, les llegaron nuevas del descalabro que sus soldados habían sufrido en el mar; porque viniéndole a César tropas de Italia en bastante número, las naves de Bruto las habían acometido y destrozado, y los pocos hombres que habían podido salvarse de las manos de los enemigos, acosados del hambre, se mantenían de las velas y las maromas de junco. Oída esta noticia, se apresuraron a hacer que una batalla decidiese, antes de que supiera Bruto cuánto había mejorado su suerte, porque en un mismo día se habían dado ambos combates, el de tierra y el de mar: y más bien por accidente que por maldad de los caudillos de las naves, ignoraba Bruto aquella victoria, sin embargo de mediar ya veinte días; porque seguramente no se habría arriesgado a la segunda batalla teniendo hechos abundantes acopios de víveres para el ejército, hallándose situado en lo mejor del país, de manera que su campamento estaba al abrigo del invierno y no podía ser fácilmente forzado por los enemigos, y dándole grandes esperanzas y mucho ánimo al hallarse dueño del mar y haber vencido por tierra con el ejército de su mando. Sino que, siendo ya indispensable la monarquía, por no sufrir el estado de las cosas públicas el mando de muchos, Dios, que quería quitar y remover el único estorbo que se oponía al que podía apoderarse de la autoridad, interceptó el camino al conocimiento de aquel próspero suceso, aun faltándole muy poco para llegar a Bruto; estando, efectivamente, ya decidido al combate, el día antes por la tarde se pasó del ejército enemigo un tal Clodio, diciendo que César, noticioso de haber sido derrotada su escuadra, precipitaba la batalla: pero no se dio crédito a este anuncio, ni el que le hacía fue presentado a Bruto, por mirarle todos con desprecio, diciendo que o lo habría oído mal, o lo habría inventado para hablarles según su gusto.

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