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A este Estratón. Mesala, que era amigo de Bruto, reconciliado con César, se lo recomendó cuando tuvo oportunidad, diciéndole no sin llanto: “Éste es ¡oh César! el que a mi Bruto le sirvió, pagándole el último oficio.” Admitióle César, a quien asistió en los trabajos y combates de Accio, entre los apreciables griegos que tuvo entonces a su lado. De Mesala dicen que César le alabó más adelante, porque habiendo sido denodado en Filipos por Bruto y mostrándosele después acérrimo en Accio le había dicho: “Yo, César, siempre soy de la autoridad y partido que tiene a su favor la razón y la justicia.” A Bruto le encontró ya muerto Antonio, y dio el mejor de sus mantos de púrpura para que envolviera el cuerpo; sabedor después de que había sido sustraído, hizo dar muerte al que lo sustrajo. Las cenizas las envió a la madre de Bruto Servilia; y de Porcia, mujer del mismo Bruto, refieren el filósofo Nicolao y Valerio Máximo que queriendo darse muerte, y no dejándole lugar ni medio para ello, sus amigos, que la observaban y guardaban continuamente, se tragó un ascua encendida, y cerrando y apretando la boca, de este modo pereció. Corre, sin embargo, una carta de Bruto a sus amigos, en la que se quejaba y les echaba en cara que habían abandonado a Porcia y dado lugar a que de enfermedad se dejara morir. Parece, pues, que Nicolao no tenía conocimiento del tiempo, porque de lo ocurrido a Porcia, de su amor y del modo de su muerte da noticia la misma carta, si acaso es de las legítimas.

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