No era tampoco igual beneficio que redimir a los Siracusanos de Dionisio el libertar de César a los Romanos, porque aquel ni siquiera negaba que era tirano, y llenaba la Sicilia de infinitos males; pero el Imperio de César, si al formarse se hizo sentir a los que se le oponían, para los que ya le habían dado entrada y le estaban sometidos no tenía de tiránico más que el nombre y la idea, sin que se hubiese visto de él obra ninguna de crueldad o tiranía, y antes hizo ver que siendo en el estado de las cosas necesaria la monarquía, fue dado por algún buen genio como el médico más suave y benigno. Así es que, César inmediatamente lo echó de menos el pueblo romano, hasta el término de hacerse terrible e irreconciliable a los que le dieron muerte, y, por el contrario, para Dion fue un grave cargo ante sus conciudadanos la evasión de Dionisio, y el no haber permitido violar el sepulcro del primer tirano.