Mas no puede ser que esto pasase así, porque Teofrasto, en su Tratado del reino, refiere que habiendo enviado Hierón a Olimpia caballos para los juegos, y habiendo armado una tienda ricamente bordada, habló Temístocles a los Griegos, proponiéndoles que hiciesen pedazos la tienda de un tirano, y no permitiesen que sus caballos entrasen en el combate. Tucídides escribe que, pasándose al otro mar, dio la vela desde Pidna, sin que ninguno de los navegantes supiese quién era, hasta que, arrojada por el viento la embarcación a Naxo, sitiada entonces por los Atenienses, el peligro le obligó a descubrirse al capitán y al piloto, a los que, ora con ruegos, ora con amenazas, diciéndoles que los acusaría a los Atenienses y les levantaría que no con ignorancia, sino corrompidos con dinero, le habían tomado a bordo, puso en la precisión de hacerse de nuevo al mar y aportar al Asia. De su caudal llevó entonces mucho consigo, habiendo podido sustraerlo algunos de sus amigos; pero otra gran parte que llegó a descubrirse fue llevada al tesoro público, diciendo Teopompo que montó a cien talentos, y Teofrasto, que a ochenta, siendo así que apenas valdría tres talentos todo cuanto tenía cuando empezó a tomar parte en los negocios públicos.