Quedaba la contienda sobre los comicios consulares, que era lo más empeñado de la sedición, el origen de ésta y lo que más había indispuesto a los patricios con la plebe; pero en medio de ella llegaron nuevas ciertas de que los Celtas, moviendo desde el Adriático, venían otra vez con muchos miles de hombres sobre Roma. Con la noticia se vieron ya los efectos de la guerra, porque el país era talado, y los habitantes que no habían podido refugiarse a Roma se habían esparcido por los montes. Este miedo calmó la sedición, y viniendo a una misma sentencia los principales con la muchedumbre, y la plebe con el Senado, eligieron todos de común consentimiento por dictador la quinta vez a Camilo. Era éste ya entonces sumamente anciano, faltándole muy poco para los ochenta años, mas con todo, haciéndose cargo de la premura y del peligro, no buscó pretexto, como antes, ni alegó excusas, sino que, presentándose por sí mismo a encargarse del mando, hizo la convocación del ejército, y sabiendo que la principal fuerza de los bárbaros consistía en las espadas, las que manejaban bárbaramente y sin ningún arte, dirigiendo principalmente los golpes a los hombros y a la cabeza, hizo para los más cascos de hierro pulidos por de fuera, para que las espadas resbalasen o se rompiesen; a los escudos les puso por todo alrededor una plancha de bronce, no bastando la madera por sí sola para proteger contra los golpes, y a los soldados les enseñó a manejar bien picas largas, y a deslizarlas bajo las espadas de los enemigos, parando con ellas sus ataques.