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Sancionóse primeramente el decreto de su vuelta a propuesta de Cricias hijo de Calescro, como él mismo lo escribió en sus elegías, recordando así a Alcibíades este favor: Yo el decreto escribí para tu vuelta, y en junta le propuse: obra fue mía. Mi lengua fuera quien le impuso el sello. Reuniéndose entonces el pueblo en junta, se presentó Alcibíades; quejóse y lamentóse de sus desgracias, sin hacer más que culpar ligera y blandamente al pueblo, atribuyéndolo todo a su mala suerte y a algún genio envidioso, y concluyendo con darles grandes esperanzas contra los enemigos e inspirarles aliento y confianzas; lo coronaron con coronas de oro y le nombraron generalísimo sin restricción, juntamente de tierra y de mar. Decretóse asimismo que se le restituyesen sus bienes y que los Eumólpidas y heraldos levantasen las imprecaciones que habían pronunciado de orden del pueblo. Levantáronlas los demás; pero el hierofantes Teodoro respondió: “Yo ninguna imprecación hice contra él, si en nada ha ofendido a la ciudad”.

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