Había en Ancio un ciudadano que, por su riqueza, por su valor y por lo ilustre de su linaje, tenía una especie de autoridad regia entre todos los Volscos, y era su nombre Tulo Aufidio. Sabía Marcio que éste le aborrecía más que a ninguno otro de los Romanos, porque muchas veces en los combates se habían hecho amenazas y provocaciones, usando de jactancias en los encuentros, como es propio de la vanagloria y la emulación entre enemigos jóvenes; y así, a la enemistad común habían añadido el odio particular del uno al otro. Mas con todo, conociendo también en Tulo cierta grandeza de ánimo, y que más que ninguno entre los Volscos deseaba hacer daño por su parte a los Romanos si daban ocasión a ello, confirmó la sentencia del que dijo: Repugnar a la ira es arduo empeño: cómprase con la vida lo que anhela. Y así, tomando un vestido y traje en el que, aunque lo vieran, no pudiera ser conocido, a la manera de Odiseo, En la ciudad se entró de hombres contrarios.