Era la hora de anochecer, y aunque tropezó con muchos, no fue conocido de nadie. Dirigióse, pues, a la casa de Tulo, y entrándose repentinamente al hogar, se sentó sin hablar palabra, y cubriéndose la cabeza, se estuvo quedo. Admiráronse los que allí se hallaban; pero ninguno se atrevió a oponérsele, porque había cierta dignidad en su continente y en su silencio; lo que sí hicieron fue referir a Tulo, que estaba cenando, lo extraorDinario de aquel paso; y éste, levantándose de la mesa, se vino para él y le preguntó quién era, y cuál el objeto de su venida. Entonces Marcio, descubriéndose y parándose un poco, “si aún no me conoces, oh Tulo- dijo-, sino que con estar viéndome todavía dudas, será preciso que yo me haga acusador de mí mismo. Soy Gayo Marcio, que he causado a los Volscos muchos daños, y llevo un nombre que no me permitiría negarlo, llamándome Coriolano, pues de todos mis trabajos y peligros no poseo otro premio que este ilustre nombre, distintivo de mi enemistad contra vosotros; esto es lo único que no se me ha quitado: de todos los demás bienes, por envidia e insolencia de la plebe, y por flojedad y abandono de los que están en los altos puestos, que son mis iguales, de una vez me he visto despojado. Me han echado a un destierro, y me he acogido a tu hogar como suplicante, no de mi inmunidad y seguridad, porque a qué había de venir aquí si temiera morir, sino en solicitud de tomar venganza, la que ya tomo en alguna manera de los que me han desechado, haciéndote dueño de mí. Por tanto, si anhelas dominar a tus enemigos, aprovéchate, oh hombre generoso, y saca partido de mis desgracias, haciendo que se convierta en dicha vuestra el infortunio de un hombre que tanto mejor peleará en vuestra defensa que contra vosotros, cuanto hacen mejor la guerra los que conocen las cosas de los enemigos que los que las ignoran. Mas si has desistido de aquel intento, ni yo quiero vivir, ni a ti te estaría bien el salvar a un hombre que te es de antiguo contrario y enemigo, y ahora inútil y de ningún provecho”. Al oír esto Tulo recibió grandísimo contento, y alargando la diestra, “levántate- le dijo-, oh Marcio, y confía: porque nos traes un gran bien entregándote a ti mismo; y espera todavía mayores cosas de los Volscos”. Dio entonces un banquete a Marcio con gran regocijo, y en los días siguientes estuvieron confiriendo juntos entre sí sobre la guerra.