Divulgóse el hecho, y los Corintios de más juicio celebraban en Timoleón su aversión a lo malo y su grandeza de alma, por cuanto, siendo hombre bueno y recto, antepuso la patria a su casa, y lo honesto y lo justo a lo útil, salvando al hermano mientras se distinguió en defensa de la patria, y concurriendo a su muerte cuando trató de oprimirla y esclavizarla; pero los que no pueden vivir en la democracia, acostumbrados a estar pendientes del semblante de los poderosos, al paso que fingían haberse alegrado con la muerte del tirano, desacreditaban a Timoleón como autor de un hecho impío y atroz, con lo que le hicieron caer en desaliento. Supo luego que la madre también se había indignado y había prorrumpido contra él en execraciones terribles y espantosas, y como yendo a aplacarla no hubiese aquella consentido ni siquiera verle, y antes hubiese mandado cerrarle la puerta, contristado entonces hasta lo sumo, y saliendo de juicio, resolvió quitarse la vida con rehusar tomar alimento; pero no perdiéndole de vista los amigos y agotando con él todo ruego y todo medio de contenerle, determinó vivir retirado huyendo del bullicio, y enteramente se apartó del gobierno, tanto, que en los primeros tiempos ni siquiera venía a la ciudad, sino que pasaba una vida infeliz e inquieta en las más desiertas soledades.