Lo que es de parte de los Dioses inspiraron estas cosas grande confianza a la expedición; por lo que, navegando presurosamente, aportaron a Italia: mas las noticias que vinieron de Sicilia pusieron a Timoleón en graves dudas y causaron desaliento en los soldados. Hícetes, habiendo vencido en batalla a Dionisio y tomando la mayor parte de los puestos de los Siracusanos, tenía sitiado y circunvalado a aquel, habiéndole obligado a refugiarse en el alcázar y en lo que llamaban la Isla, y había ordenado a los Cartagineses que estuvieran a la mira de que Timoleón no aportara a Sicilia, puesto que, retirados éstos, podrían con sumo reposo repartirse entre sí la Isla. Los Cartagineses, pues, enviaron a Regio veinte galeras, en las que iban embajadores de Hícetes a Timoleón con propuestas acomodadas a lo sucedido: pues que venían a ser arterías y apariencias muy bien disimuladas con dañados intentos, prestándose a admitir al mismo Timoleón, si quería pasar cerca de Hícetes, y tener parte con él en todos los consejos y en todos los negocios; mas con la condición de que las naves y los soldados los había de despachar a Corinto, como que de una parte faltaba muy poco para que la guerra estuviese acabada, y de la otra se hallaban los Cartagineses en ánimo de impedir el desembarco y pelear contra los que hiciesen resistencia. Los Corintios, pues, cuando llegados a Regio se hallaron con semejante embajada, y vieron que los Fenicios estaban surtos por aquellas inmediaciones, se indignaron de ser escarnecidos, y en todos se suscitó enojo contra Hícetes y miedo que los infelices Siracusanos, conociendo bien que se los reducía a ser galardón y premio, para Hícetes, de su traición, y para los Cartagineses, de su tiranía. Parecióles, sin embargo, no ser factible vencer a las naves de los bárbaros ancladas allí cerca, que eran en doble número y a las tropas de Hícetes, con las que contaban haber hecho en unión la guerra.