Hecha la travesía, y reunidos con Timoleón, tomó éste inmediatamente a Mesina; y ordenado su ejército partió para Siracusa, más confiado en su buena suerte y favorables sucesos que en sus fuerzas: porque las que tenía consigo no pasaban de cuatro mil hombres. Noticiado a Magón su arribo, no dejó de concebir inquietud y temor, y además entró en sospechas con el motivo siguiente. En las charcas inmediatas a la ciudad, donde se recoge mucha agua potable de fuentes y mucha también de los lagos y ríos que corren al mar, se cría abundancia de anguilas, y los que lo intenten pueden siempre hacer copiosa pesca; así, los asalariados de uno y otro ejército, estando en ocio y tregua, se dedicaban a este ejercicio. Eran todos Griegos, y no teniendo entre sí motivo particular de enemiga, aunque en los combates peleaban denodadamente, en el tiempo de tregua se reunían v conferenciaban unos con otros; y entonces, entreteniéndose en la común ocupación de la pesca, trababan conversación, ponderando la apacibilidad del mar y la belleza de aquellos contornos. En una de estas ocasiones dijo uno de los que militaban con los Corintios: “¿Es posible que una ciudad como ésta, tan grande y tan abastada de bienes, habéis de querer barbarizarla vosotros siendo Griegos y establecer cerca de nosotros a esos malvados e inhumanos Cartagineses, respecto de los cuales habíamos de desear que mediaran muchas Sicilias entre ellos y la Grecia? ¿O acaso imagináis que habiendo movido su ejército desde las columnas de Heracles y el mar Atlántico, no han de haber venido aquí sino a exponerse para el establecimiento de Hícetes? El cual, si pensara como buen general, no desecharía a los de su metrópoli, ni atraería sobre la patria a los que no pueden menos de ser sus enemigos; sino que alcanzaría cuanto honor y poder le estuviese bien, haciéndose recomendable a los Corintios y a Timoleón”. Difundieron los soldados estas especies en el campamento, y con ellas hicieron concebir sospechas a Magón de que se trataba de venderle, cabalmente cuando hacía tiempo que buscaba pretextos para retirarse; así fue que por más que Hícetes le rogó se detuviese, y le hizo ver cuán superiores eran a los enemigos, reputando allá dentro de sí que era más lo que en virtud y fortuna le aventajaba Timoleón, que lo que él le excedía en fuerzas, levó repentinamente anclas y navegó al África, dejando que se le fuese de entre las manos la Sicilia de un modo vergonzoso y contrario a toda humana prudencia.