Llevadas estas cartas de parte de Timoleón, y llegando también embajadores de los Siracusanos, que les rogaban atendieran a aquella colonia y se hicieran por segunda vez sus fundadores, no se valieron los Corintios de esta ocasión para saciar su codicia, ni se apropiaron aquella ciudad, sino que. en primer lugar, se dirigieron a los juegos sagrados de la Grecia y a las grandes concurrencias, anunciando por pregón que los Corintios, que en Siracusa habían destruido la tiranía y habían lanzado de allí al tirano, llamaron a los Siracusanos y a los demás de Sicilia que quisieran habitar en aquella ciudad, para que, como libres e independientes, se repartieran por suertes el país con igualdad y con justicia; enviaron después mensajeros al Asia y las islas donde sabían haberse establecido muchos de los desterrados, invitándolos a todos a pasar a Corinto, donde tomarían a su cargo enviarlos con escolta, con buques y generales a sus propias expensas a Siracusa. Con semejantes pregones se ganó Corinto la más justa y apreciable alabanza y la envidia de otros pueblos por haber libertado de tiranos, haber salvado de los bárbaros y haber entregado a sus propios ciudadanos aquella región. No considerándose en bastante número los que concurrieron a Corinto, hicieron diligencias para que se les agregaran más colonos del mismo Corinto y del resto de la Grecia, y cuando hubo como unos diez mil, se embarcaron para Siracusa. También de la Italia y de Sicilia se habían reunido ya muchos a Timoleón, llegando, según refiere Atanis, a sesenta mil, a los cuales les repartió el terreno y les vendió las casas en mil talentos, haciendo a los antiguos Siracusanos la gracia de que pudieran comprar las suyas y, proporcionando al mismo tiempo abundancia de fondos al pueblo, tan gastado con los demás males y con la guerra, que fue preciso vender las estatuas, votándose sobre cada una y entablándose un juicio, como cuando a los empleados se les piden cuentas; en tales términos, que se refiere haber conservado los Siracusanos, cuando daban sentencia contra las otras estatuas, la del tirano Gelón el mayor, guardándole este honor y respeto por la victoria que en Hímera ganó a los Cartagineses.