Enriquecida y repoblada la ciudad de esta manera por acudir a ella ciudadanos de todas partes, quiso Timoleón poner en libertad a las demás ciudades y acabar enteramente con las tiranías de la Sicilia; marchando, pues, con las tropas a sus capitales, redujo a Hícetes a la necesidad de separarse de los Cartagineses y de convenir por un tratado en destruir las ciudades y vivir como particular en Leoncio: a Léptines, que tenía tiranizada a Apolonia y otros muchos pueblos, y que cuando se vio en peligro de ser hecho prisionero si entraba en lid, se le rindió a discreción, lo trató con indulgencia y lo hizo conducir a Corinto, teniendo por cosa gloriosa para la metrópoli el que los Griegos vieran a los tiranos de la Sicilia vivir en el destierro y la humillación. Queriendo, por otra porte, que los estipendiarios vivieran de la milicia y no estuvieran ociosos, aunque él se restituyó a Siracusa para atender al establecimiento del gobierno, ayudándose para lo más principal y delicado de estas tareas de Céfalo y Dionisio, legisladores que habían venido de Corinto, envió contra las posesiones de los Cartagineses a Dinarco y Demáreto; los cuales, sacando muchas ciudades del poder de los bárbaros, no sólo consiguieron vivir en la abundancia, sino que con el botín recogieron fondos para la guerra.