Dirígese en tanto la armada de los Cartagineses al Lilibeo, conduciendo sesenta mil hombres de tropa, doscientas galeras y mil barcos, que traían a bordo máquinas y carros con víveres abundantes y todas las demás provisiones, no ya para hacer parcialmente la guerra, sino para arrojar a los Griegos de toda la Sicilia, siendo aquella fuerza suficiente para sojuzgar a los Sicilianos, aun cuando no estuvieran debilitados y gastados con sus mutuas contiendas; y cuando entendieron que su territorio había sido devastado, encendiéronse en ira contra los Corintios, siendo sus caudillos Asdrúbal y Amílcar. Llegada esta nueva velozmente a Siracusa, de tal manera se acobardaron los Siracusanos a la vista de tan desmedidas fuerzas, que de tan grande número de ciudadanos apenas tres mil tuvieron ánimo para tomar las armas y juntarse con Timoleón. Los estipendiarios eran cuatro mil, y aun de éstos unos mil desertaron de miedo en la marcha, dándose a entender que Timoleón no estaba en su acuerdo, sino que deliraba por la edad, yendo con cinco mil infantes y mil caballos contra setenta mil enemigos y desviando sus fuerzas de Siracusa el camino de ocho días, con lo que ni los que huyesen tendrían salvamento ni los que muriesen sepulcro. Mas Timoleón reputó a ganancia el que éstos hubiesen manifestado su cobardía antes de la ocasión, y alentando a los otros los condujo a marchas forzadas al río Crimeso, adonde oyó haberse dirigido también los Cartagineses.