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Advirtieron también los Griegos en los despojos la distinción de los vencidos, deteniéndose poco los que los despojaban en el bronce y el hierro: ¡tan abundante andaba la plata, y en tanta copia era el oro! Pues pasando el río cogieron el campamento con todas las brigadas. Muchos de los cautivos fueron ocultados por los soldados; pero aun presentaron en total hasta cinco mil, y también se cogieron doscientos carros. Mas lo que hacía una hermosa y magnífica vista era la tienda de Timoleón, alrededor de la cual estaban amontonados despojos de toda especie, entre ellos mil corazas primorosas por la materia y por la obra, y diez mil escudos. Siendo pocos para despojar a muchos, y hallándose con ricas presas, apenas al tercero día después de la batalla pudo erigirse el trofeo. Con la noticia de la victoria envió Timoleón a Corinto las más hermosas armaduras de las del botín, queriendo que su patria excitase en todos los hombres una gloriosa emulación al ver en sola aquella ciudad de la Grecia los más magníficos templos, no adornados con despojos griegos, ni enriquecidos con indecorosos monumentos de ofrendas que hubieran sido fruto de la muerte de los de un mismo origen y una misma familia, sino con presas hechas a los bárbaros, cuyas inscripciones acreditaban a un tiempo el valor y la justicia de los vencedores, diciendo que los Corintios y Timoleón, su general, haciendo libres de los Cartagineses a los Griegos que habitaban en la Sicilia, habían hecho a los Dioses aquella ofrenda.

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