Dejando en seguida en el ejército a los estipendiarios para correr y molestar la provincia de los Cartagineses, se encamino a Siracusa, y a aquellos mil estipendiarios que le abandonaron antes de la batalla les mandó por pregón salir de Sicilia, obligándolos a estar fuera de Siracusa antes de ponerse el sol. Navegaron, pues, a Italia, donde perecieron a mano de los Brecianos contra la fe de los tratados, imponiéndoles así algún Genio la justa pena de su traición. Mamerco, tirano de Catana, e Hícetes, fuese por envidia de las victorias de Timoleón, o por temerle como hombre de quien nada debían esperar, y que ningún trato quería tener con los tiranos, hicieron alianza con los Cartagineses y les enviaron a decir mandaran fuerzas y un general, si no querían ser absolutamente arrojados de la Sicilia. Vino, pues, Giscón trayendo sesenta galeras y soldados Griegos estipendiarios, siendo así que nunca antes los Cartagineses habían echado mano de los Griegos; mas entonces tenían de ellos la más alta opinión, juzgándolos por los más invencibles y valientes de todos los hombres. Reunidos de común acuerdo en la Mesenia, dieron muerte a cuatrocientos de los estipendiarios de Timoleón que habían sido enviados en su auxilio; y en la provincia de los Cartagineses, habiéndose armado asechanzas cerca del pueblo llamado Ietas a los estipendiarios mandados por Éutimo Leucadio, todos perecieron: con lo que la dicha de Timoleón adquirió aún mayor nombradía: porque habían sido de los que con Filomelo de Focea y con Onomarco habían tomado a Delfos, haciéndose participantes de su sacrilegio. Aborrecidos, por tanto, y abominados de todos, andando errantes por el Peloponeso, fueron acogidos por Timoleón a falta de otros soldados; venidos con él a Sicilia, en todas las batallas en que a su lado se hallaron, hubieron la victoria; mas luego que tuvieron fin aquellos grandes y reñidos combates, enviados a dar auxilio a diferentes puntos, murieron o cayeron en cautiverio, no todos a la vez, sino por partes: atestiguando este modo de su castigo que en él intervenía la buena suerte de Timoleón, para que del castigo de los malos ningún daño resultase a los buenos. De esta manera vino a suceder que no menos resplandeció la benevolencia de los Dioses para con Timoleón en las cosas que pareció serle adversas, que en aquellas en que salió triunfante.