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Marchando de allí a poco con su ejército Timoleón al territorio de los Leontinos, tomó vivo a Hícetes, a su hijo Eupólemo y al general de la caballería, Éutimo, que fueron aprehendidos por sus propios soldados y conducidos a su presencia; Hícetes y su hijo sufrieron la muerte, que tenían merecida, como tiranos y traidores. Éutimo, sin embargo de ser hombre de valor para los combates y distinguido por su arrojo, no alcanzó compasión, por una expresión injuriosa contra los Corintios, de la que era acusado; porque se refería que cuando los Corintios movieron contra ellos, arengando a los Leontinos, les había dicho que nada había que debiera causar miedo o espanto en que: Hubieran las mujeres de Corinto salido o no salido de sus casas. Así es que los más sufrimos peor las malas palabras que las malas obras, porque es más difícil de llevar el desprecio que la pérdida; y el vengarse con obras se permite como necesario a los enemigos; pero los dichos injuriosos parece que nacen de sobrado rencor y sobrada malicia.

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