4

Casóse con Papiria, hija de Masón, varón consular, y después de haber vivido en su compañía largo tiempo, disolvió aquel matrimonio, no obstante haber tenido de ella una ilustre sucesión, pues que dio a luz al célebre Escipión y a Fabio Máximo. Causa escrita de este repudio no ha llegado a nuestra edad, pero quizá fue uno de aquellos que hicieron cierta una especie que corre acerca del divorcio. Había un Romano repudiado a su mujer, y le hacían cargo sus amigos, preguntándole: “¿No es honesta? ¿No es hermosa? ¿No es fecunda?” Y él, mostrando el zapato, al que los Romanos llaman calceo, les dijo: “¿No me viene bien? ¿No está nuevo? Pues no habría entre vosotros ninguno que acertase en qué parte del pie me aprieta”. Y en verdad que por grandes y conocidos yerros se separaron algunos de sus mujeres; pero los tropiezos, aunque pequeños, continuos, de genio y diferencia de costumbres, éstos se ocultan a los de afuera, y engendran, sin embargo, con el tiempo, en los que viven juntos, desazones insufribles. Separado por este término Emilio de Papiria, casáse con otra, y habiendo tenido en ella dos hijos varones, a éstos los mantuvo a su lado, y a los otros los introdujo en las primeras casas y en los linajes más ilustres; al mayor, en la de Fabio Máximo, que fue cinco veces cónsul, y al menor le adoptó el hijo de Escipión Africano, de quien era primo, prestándole su nombre de Escipión. De las hijas de Emilio, con la una casó el hijo de Catón, y con la otra Elio Tuberón, varón de singular probidad, que de todos los Romanos fue el que manifestó mayor decoro en la pobreza. Porque eran diez y seis de un origen, Elios todos; y entre tantos no tenían sino una casita sumamente pequeña y un campo que proveía a todos, no manteniendo más que un solo hogar, con muchos hijos y muchas mujeres. Entre éstas se contaba la hija de Emilio, que fue dos veces cónsul, y triunfó otras dos, sin que se avergonzase de la pobreza de su marido, sino que más bien veneraba su virtud, por la que era pobre. Ahora los hermanos y demás de un origen, si al repartir lo que era común no lo separan con regiones enteras, con ríos y con elevadas cercas, y si no ponen en medio entre unos y otros un dilatado terreno, no cesan de altercar. Estas cosas las conserva la Historia para que los que quieran sacar provecho las consideren y examinen.

Share on Twitter Share on Facebook