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Fue desde luego Pelópidas elegido Beotarca juntamente con Melón y Carón, y lo primero que hizo fue circunvalar la ciudadela y empezar a combatirla por todas partes, dándose prisa a arrojar de ella a los Lacedemonios y dejar libre la Cadmea, antes que de Esparta pudieran venir tropas. En lo que se adelantó tan a punto, dejándolos salir en virtud de capitulación, que al llegar a Mégara los alcanzó ya Cleómbroto, que venía sobre Tebas con grandes fuerzas. Los Espartanos, de tres que eran los prefectos que había en Tebas, a Herípidas y Orsipo les hicieron causa y los condenaron a muerte; y al tercero, que era Lisanóridas, como lo multasen en una crecida suma, él mismo se desterró del Peloponeso. Tan brillante empresa, que en el valor de los que la ejecutaron y en el buen suceso con que la coronó la Fortuna se dio la mano con la de Trasibulo, fue de hermana de ésta calificada entre los Griegos, pues no es fácil designar otros que, sojuzgando con sola la osadía y arrojo los pocos a los muchos y los desvalidos a los poderosos, hubiesen sido causa para su respectiva patria de mayores bienes: aunque a ésta le concilió mayor gloria el extraordinario cambio que produjo en los negocios de la Grecia: por cuanto la guerra que acabó con la grandeza de Esparta, y a los Lacedemonios los privó de su superioridad y dominio por mar y tierra, puede decirse que tuvo principio en aquella noche, en que Pelópidas, no con tomar una fortaleza, una plaza o una ciudadela, sino sólo con ser uno de los doce que volvieron, desató y cortó, si nos es permitido usar de esta metáfora, los lazos de la dominación lacedemonia, tenidos por indisolubles e indestructibles.

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