Vinieron con esta ocasión los Lacedemonios con grandes fuerzas contra la Beocia, e intimidados los Atenienses desahuciaron de todo auxilio a los Tebanos; y a los que beotizaban- esto es, se mostraban sus partidarios-, delatándolos al tribunal, a unos los condenaron a muerte, a otros los desterraron y a otros les impusieron crecidas multas, pareciendo que las cosas de los Tebanos iban malamente, no habiendo nadie que les diese socorro. Pues como esto así pasase, Pelópidas y Górgidas, que con él era a la sazón Beotarca, armaron una celada, y para indisponer de nuevo a los Atenienses con los Lacedemonios recurrieron a este artificio: El Espartano Esfodrias, hombre apreciable y de reputación en las cosas de la guerra, pero casquivano y henchido de ambición y de necias esperanzas, había quedado con algunas fuerzas en Tespias para recibir y proteger a los que se habían rebelado a los Tebanos. Hizo, pues, Pelópidas que con reserva se dirigiese a él un mercader amigo suyo, al que proveyó de dineros y consejos, aunque con éstos fue con los que principalmente lo persuadió, para que le hiciese entender que debía emprender cosas grandes y tomar el Pireo, cayendo de improviso sobre los Atenienses, que estaban descuidados en su guardia: pues nada podía ser más grato a los Lacedemonios que ocupar a Atenas; y más que los Tebanos, que estaban mal con ellos, y los tenían por traidores, de ningún modo los auxiliarían. Por fin, Esfodrias se dejó vencer, y tomando sus tropas se metió de noche por el Ática, llegando hasta Eleusis. Allí los soldados empezaron a recelar, y hubo de descubrirse; con lo que, y con llegar a prever que suscitaba a los Espartanos una guerra peligrosa y difícil, se retiró otra vez a Tespias.