16

Eran los Sabinos en gran número y muy guerreros, y habitaban pueblos abiertos, siendo el ser grandemente alentados propio de unos hombres que eran colonia de los Lacedemonios; mas con todo, viendo que los Romanos se atrevían a grandes empresas, y temiendo por sus hijas, enviaron embajadores a Rómulo con proposiciones equitativas y moderadas: que volviéndoles las doncellas, y dando satisfacción por el acto de violencia, después pacíficamente y con justas condiciones entablarían para ambos pueblos amistad y comunicación. No viniendo Rómulo en entregar las doncellas, aunque también convidaba a la alianza a los Sabinos, todos los demás tomaban tiempo para deliberar y prepararse; pero Acrón, rey de los Ceninetes, hombre alentado y diestro en las cosas de guerra, concibió desde luego sospechas con los primeros arrojos de Rómulo, y juzgando después que el hecho del rapto de las mujeres, sobre dar que temer a todos no era para sufrido y dejarse sin castigo, declaró al punto la guerra, y con grandes fuerzas marchó contra Rómulo, y éste contra él. Luego que se alcanzaron a ver, se provocaron mutuamente a singular combate, permaneciendo tranquilos sobre las armas los ejércitos. Hizo voto Rómulo de que si vencía y derribaba a su contrario, llevaría en ofrenda a Júpiter sus armas: vencióle, en efecto, y derribóle, desbaratando después en batalla su ejército. Tomó también la ciudad; y ninguna otra condición dura impuso a los vencidos, sino que derribasen sus casas y le siguiesen a Roma, donde serían ciudadanos con entera igualdad de derechos. Nada hubo, pues, que más contribuyese al aumento de Roma, la cual siempre adoptó e incorporó en su seno a los pueblos sojuzgados. Rómulo, para hacer su voto más grato a Júpiter, y más majestuoso a los ojos de sus ciudadanos, tendió la vista por el sitio de los reales, y echó al suelo la encina más robusta: dióle la forma de trofeo, y fue poniendo pendientes de él con orden cada una de las armas de Acrón; ciñóse la púrpura, y coronóse de enhiesto, dando el tono de un epinicio triunfal al ejército que en orden le seguía; y en esta forma fue recibido de los ciudadanos con admiración y regocijo. Esta pompa fue el principio y tipo de los siguientes triunfos; y al trofeo se dio el nombre de voto a Júpiter Feretrio, porque los Romanos al lastimar a los contrarios le llaman ferire, y Rómulo había pedido a Júpiter que lastimase y derribase a su contrario; y opimos dice Varrón llamarse los despojos, porque también a la hacienda le dicen opem; pero mejor se derivaría en mi concepto de la acción, porque a lo que se hace con trabajo le llaman opus. Y fue prez de valor para el general que por su persona dio muerte al otro general la dedicación de los despojos; dicha que sólo cupo a tres generales romanos, siendo el primero Rómulo, que derribó muerto a Acrón Ceninete; el segundo, Cornelio Coso, que dio muerte a Tolumnio el Tirreno, y el último, Claudio Marcelo, que venció a Britomarto, rey de los Galos. De éstos, Coso y Marcelo hicieron ya su entrada con tiro de caballos, llevando ellos mismos sus trofeos; pero de Rómulo no tiene razón Dionisio en decir que usó de carroza; pues la opinión más recibida es que fue Tarquino, hijo de Demarato, el primero de los reyes que introdujo en los triunfos aquel aparato y pompa, aunque otros dicen que fue Publícola el primero que triunfó en carroza; mas en cuanto a Rómulo, todas las estatuas suyas que se ven en Roma en actitud de triunfo son pedestres.

Share on Twitter Share on Facebook