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Hecha la abdicación por Flaminio y su colega, fue designado cónsul Marcelo por los que llaman interreyes, y luego que entró en posesión de su cargo, le dieron por colega a Gneo Cornelio. Dícese que como los Galos diesen muchos pasos hacia la reconciliación, y también el Senado se inclinase a la paz, Marcelo irritó al pueblo para que apeteciese la guerra; y aun sin embargo de que llegó a hacerse la paz, los Galos mismos parece que obligaron a la guerra, pasando los Alpes y alborotando a los Insubres; porque siendo unos treinta mil, se unieron a éstos, que les excedían mucho en número, y llenos de altanería marcharon sin detención contra Acerra, ciudad fundada a las orillas del Po; de allí salía el rey de los Gesatas, Virdómaro, con unos diez mil hombres, y talaba todo el país por donde discurre este río. Luego que esto llegó a los oídos de Marcelo, dejando a su colega por la parte de Acerra con toda la infantería, toda la tropa de línea y el tercio de la tropa de línea y el tercio de la de a caballo, y tomando consigo lo restante de la caballería y de las tropas más ligeras, hasta unos seiscientos hombres, movió sus reales y aceleró la marcha, sin aflojar ni de día ni de noche, hasta que alcanzó a los diez mil Gesatas hacia el pueblo llamado Clastidio, caserío otro tiempo de los Galos, que hacía poco habían entrado en la obediencia de los Romanos. No le fue dado rehacerse y dar algún reposo a su tropa, porque pronto tuvieron los bárbaros antecedentes de su venida, y la miraron con desprecio, por ser muy poca la infantería y no dar los Celtas a su caballería importancia ninguna: pues sobre ser tenidos por diestrísimos y sobresalientes en este modo de combatir, con mucho excedían también en el número a Marcelo. Por tanto, para llevársele de calle, marcharon sin dilación contra él con gran ímpetu y terribles amenazas, precediéndoles el rey. Marcelo, para que no se le adelantaran y envolvieran viéndole con tan pocos llevó con prontitud a bastante distancia sus escuadrones de caballería, y adelgazando su ala la extendió mucho, hasta que se puso cerca de los enemigos. En el acto mismo de lanzarse contra estos, sucedió que su caballo, inquietado con los relinchos de la caballería contraria, volvió grupa para llevar hacia atrás a Marcelo. Él entonces, temiendo que este accidente diese motivo a alguna superstición de los Romanos, hizo uso del freno y volvió repentinamente el caballo frente a los enemigos, adorando al Sol; como que no por acaso sino de intento y con aquel mismo objeto había hecho a su caballo dar vuelta, porque girando en torno es como los Romanos acostumbran a adorar a los Dioses, y al tiempo de embestir a los enemigos se dice haber hecho voto a Júpiter Feretrio de consagrarle las más hermosas armas de los enemigos.

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