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Cuando Aníbal invadió la Italia había sido Marcelo enviado a Sicilia con una armada. Sucedió luego la calamidad de Canas, muriendo muchos millares de Romanos en aquella batalla y retirándose a Canusio aquellos pocos que habían podido salvarse. Como se temiese que Aníbal acudiría, al punto a tomar a Roma con la facilidad con que había deshecho lo más robusto de sus tropas, Marcelo fue el primero que desde las naves envió a Roma para su guarnición mil y setecientos hombres. Comunicósele luego una orden del Senado, y, pasando en su virtud a Canusio, recogió las que allí se habían refugiado y los sacó fuera de muros, para no dejar a discreción el país. De los Romanos, los varones propios para el mando y de opinión en las cosas de la guerra, los más habían muerto en las acciones, y en Fabio Máximo, que era el que gozaba de mayor autoridad por su justificación y su prudencia, culpaban el detenimiento en las determinaciones, para no arriesgarse a descalabros, notándole de inactivo e irresoluto. Juzgando, pues, que si bien éste era cual les convenía para consultar a su seguridad, no era el general que también necesitaban para ofender a su vez, volvieron los ojos a Marcelo, y contraponiendo y como mezclando su osadía y arrojo con la moderación y previsión de aquel, los fueron nombrando, ora cónsules a ambos y ora cónsul al uno y procónsul al otro. Refiere Posidonio a este propósito que a Fabio le llamaban escudo, y a Marcelo, espada, y el mismo Aníbal solía decir que a Fabio le temía como a ayo, y a Marcelo, como a antagonista; porque de aquel era contenido para que no hiciese daño, y de éste lo recibía.

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