22

Oponíanse los enemigos de Marcelo a que se le decretase el triunfo, porque todavía se había quedado algo que hacer en Sicilia, y porque concitaba envidia el tercer triunfo; mas convínose con ellos en que el triunfo grande y perfecto lo tendría fuera, yendo la tropa al monte Albano, y en la ciudad tendría el menor, al que llaman aclamación los Griegos y ovación los Romanos. En éste el que triunfa no va en carroza de cuatro caballos, ni se le corona de laurel, ni se le tañen trompas, sino que marcha a pie con calzado llano, acompañado de flautistas en gran número y coronado de mirto, como para mostrarse pacífico y benigno, más bien que formidable: lo que para mí es la señal más cierta de que en lo antiguo no tanto se distinguían entre sí ambos triunfos por la grandeza de las acciones como por su calidad; porque los que en batalla vencían de poder a poder a los enemigos, gozaban a lo que parece de aquel triunfo marcial, y, digámoslo así, imponedor de miedo, coronando profusamente con laurel las armas y los soldados, como se acostumbraba en las lustraciones de los ejércitos, y a los generales que, sin necesidad de guerra, con las conferencias y la persuasión terminaban felizmente las contiendas, les concedía la ley esta otra aclamación y pompa pacífica y conciliadora. Porque la flauta es instrumento de paz, y el mirto es el árbol de Venus, la más abominadora de la violencia y de la guerra entre todos los Dioses. La ovación no se llama así, como muchos opinan, de la voz griega que significa feliz canto o aclamación, pues que también el acompañamiento del otro triunfo da voces de aplauso y entona canciones; el nombre viene de haberlo aplicado los Griegos a sus usos, creyendo que en ello había algún particular culto a Baco, al que llamamos también Evio y Triambo. Mas aún no es de aquí de donde en verdad se deriva, sino de que en el triunfo grande los generales sacrificaban bueyes según el rito patrio, y en éste sacrificaban una res lanar a la que los Romanos llaman oveja, y de aquí a este triunfo se le dijo ovación. Será bueno asimismo examinar cómo el legislador de los Lacedemonios ordenó los sacrificios a la inversa del legislador romano; porque en Esparta el general que con estratagemas y la persuasión logra su intento sacrifica un buey, y el que ha tenido que venir a las manos sacrifica un gallo; y es que con todo de serlos mayores guerreros, creen que al hombre le está mejor alcanzar lo que se propone por medio del juicio y la prudencia que no por la fuerza y el valor; quédese, pues, esto todavía indeciso.

Share on Twitter Share on Facebook