Encargado del mando, lo primero que hizo fue apaciguar en la Etruria un gran movimiento que para la rebelión se había suscitado, visitando por sí mismo las ciudades. Quiso después dedicar un templo que con los despojos de la Sicilia había construido a la Gloria y a la Virtud; y como en la empresa le detuviesen los sacerdotes a causa de no tener por conforme que un solo templo contuviera dos divinidades, comenzó de nueva a edificar otro, no tanto por no llevar bien aquella oposición como por tenerla a mal agüero. Porque concurrieron a sobresaltarle diferentes prodigios, como haber sido tocados del rayo algunos templos, y haber roído los ratones el oro del templo de Júpiter. Díjose también que, un buey había articulado voz humana, y que había nacido un niño con cabeza de elefante, por lo que los agoreros, dificultando sobre las libaciones y los conjuros, le detuvieron en Roma, a pesar de su inquietud y ardimiento: pues no hubo jamás hombre inflamado de más vehemente deseo que el que tenía Marcelo de terminar la guerra con Aníbal. En esto soñaba por la noche; de esto conversaba con sus amigos y colegas; y su única voz para con los Dioses era que le diesen cautivar a Aníbal; y si hubiera sido posible que los dos ejércitos hubieran estado encerrados dentro de un mismo muro o de un mismo campamento, me parece que su mayor placer habría sido luchar con él; de manera que a no hallarle tan colmado de gloria y haber dado tantas pruebas de ser un general juicioso y prudente, podría acaso decirse que en este negocio había sido arrebatado de un ardor más juvenil que el que a su edad convenía: porque era ya de más de sesenta años cuando obtuvo el quinto consulado.