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Mas parece que en esta parte recibió de los Dioses algún castigo, pues que perdió a la mujer y al hijo. En su persona era de una complexión sumamente fuerte y robusta, con lo que pudo aguantar mucho; de manera que aun siendo ya bastante anciano usaba frecuentemente de las mujeres, y contrajo un matrimonio muy desigual en cuanto a la edad, con esta ocasión: perdido que hubo la mujer, proporcionó al hijo para su matrimonio la hija de Paulo y hermana de Escipión, y él, permaneciendo viudo, se enredó con una mozuela que iba a escondidas a verle; pero en una casa pequeña, en que había señora, no pudo dejar de traslucirse aquel trato; y pareciendo que un día había atravesado la mozuela con mucho desenfado, el hijo no le dijo nada; pero habiéndola mirado de mal ojo, y vuéltole la espalda, luego llegó a noticia del padre. Enterado, pues, de que la cosa se miraba mal por los jóvenes, sin echarles nada en cara, ni darles ninguna reprensión, salió de casa, bajó con los amigos como lo tenía de costumbre hacia la plaza, y saludando en voz alta a uno llamado Salonio, amanuense que había sido suyo, y uno de los que le acompañaban, le preguntó si había colocado ya a su hija con algún novio. Respondióle éste que ni siquiera pensaría en ello sin darle parte; a lo que le replicó: “Pues yo te he encontrado un pretendiente muy proporcionado, como no haya inconveniente por la edad, pues por lo demás no hay otra tacha sino que es muy viejo.” Rogándole Salonio que lo tomara a su cuidado y diera la doncella a quien se había propuesto, por cuanto siendo su cliente necesitaba de que la protegiese, ya entonces Catón no se detuvo más, y le dijo abiertamente que era para sí para quien la pedía. Quedóse al principio sorprendido Salonio con semejante propuesta, como era natural, creyendo a Catón muy lejos de casarse, y más lejos todavía a sí mismo de una familia consular y de la petición de un triunfador; mas viéndole todavía solícito, recibió la demanda con alegría, y acabando de bajar a la plaza, hicieron al punto los esponsales. Celebróse el casamiento, y el hijo de Catón, presentándose con algunos de los deudos, preguntó al padre si era porque le hubiese ofendido o disgustado en algo el haber pensado darle una madrastra; mas Catón: “Ten mejores ideas, hijo- le contestó con esforzada voz-, porque tu conducta para conmigo no puede mejorarse, ni tengo la menor queja: solamente me he propuesto dejar para mi consuelo muchos hijos, y para el de la patria muchos ciudadanos que se parezcan a ti.” Dícese que esta máxima sentenciosa fue proferida antes por Pisístrato, tirano de Atenas, el cual, teniendo ya hijos crecidos, casó de segundas nupcias con Timonasa de Argos, de la que hubo en hijos a Iofonte y a Tésalo. De este matrimonio nació a Catón un hijo, que del nombre de la madre recibió el de Salonio. El hijo mayor murió siendo pretor, y de él hace mención muchas veces Catón en sus libros como de un hombre que se había hecho muy recomendable. Dícese que llevó esta pérdida con moderación y con filosofía, sin que por ella aflojase en las cosas de gobierno; pues no abandonó a causa de la vejez los negocios públicos, teniendo el desempeñarlos por una carga, como antes lo habían hecho Lucio Luculo y Metelo Pío, o como después Escipión el Africano, que, incomodado de la envidia que excitó su gloria, abandonó la república, y con extraña mudanza el último tercio de su vida lo pasó en la inacción sino que, al modo que hubo quien persuadió a Dionisio que la tiranía era el mejor sepulcro, de la misma manera, mirando él el gobierno como el mejor modo de envejecer, aun tuvo por reposo y por diversión en los ratos de vagar el componer libros y entender en las labores del campo.

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