Mas esto todavía pide ilustración, porque la pobreza no es afrentosa por sí, sino cuando proviene de flojedad, de disipación, de vanidad y de abandono; pero en el varón prudente, laborioso, justo, esforzado y entregado a los negocios de la república, unida a todas las virtudes, es señal de magnanimidad y de una elevada prudencia, porque no puede ejecutar cosas grandes el que tiene su atención en las pequeñas, ni auxiliar a muchos que piden el que mucho desea. Así, para haberse bien en el gobierno, es ya un admirable principio no la riqueza, sino el desprendimiento, el cual, no apeteciendo para sí nada superfluo, ningún tiempo roba a los negocios públicos, porque el que absolutamente de nada necesita es sólo Dios; y en la virtud humana, aquel que más estrecha sus necesidades es el más perfecto y el que más se acerca a la dignidad. Pues así como el cuerpo que está bien complexionado no necesita ni de excesiva ropa ni de excesivo alimento, de la misma manera una vida y una casa bien arregladas con las cosas comunes se dan por contentas; y en éstas, lo regular es que el gasto y la hacienda guarden proporción. Porque el que allega mucho y gasta poco ya no es desprendido, pues, o se afana por recoger lo que no apetece, y en este caso es necio, o por recoger lo que apetece y de lo que no se atreve a hacer uso por avaricia, y en este caso es infeliz. Por tanto, yo preguntaría al mismo Catón: si la riqueza es para gozarse, ¿por qué se jacta de que poseyendo mucho se daba por contento con una medianía? Y si es laudable y glorioso, como lo es ciertamente, comer el pan que común. mente se vende, beber el mismo vino que los trabajadores y los esclavos, y no necesitar ni de púrpura ni de casas blanqueadas, nada dejaron por hacer de lo que debían ni Aristides, ni Epaminondas, ni Manio Curio ni Gayo Fabricio, con no afanarse por la posesión de unas cosas cuyo uso reprobaban, porque a quien tenía por sabroso alimento los rábanos, y los cocía por sí mismo mientras la mujer amasaba la harina, no le era necesario mover disputas sobre un cuarto ni escribir con qué granjería podría uno hacerse más presto rico: así que es muy laudable el contentarse con lo que se tiene a la mano y ser desprendido, porque aparta el ánimo a un mismo tiempo del deseo y del cuidado de las cosas superfluas; y por esta razón respondió muy bien Aristides en la causa de Calias, que de la pobreza debían avergonzarse los que se veían en ella contra su voluntad, y al revés, gloriarse, como él, los que voluntariamente la llevaban; y, ciertamente, sería cosa ridícula atribuir a desidia la pobreza de Aristides, cuando te hubiera sido fácil, sin hacer nada que pudiera notarse, y con sólo despojar a un bárbaro u ocupar un pabellón, pasar al estado de rico. Mas baste lo dicho en esta materia.