Pasábansele, pues, todos los pueblos sin oposición, y habiendo entrado en la Beocia sin aparato de guerra, se le presentaron los primeros ciudadanos de Tebas, siendo en su ánimo del partido del rey de Macedonia a causa de Braquilas, pero agasajándole y honrándole como si tuviesen igual amistad con ambos. Recibiólos Tito con la mayor afabilidad, y dándoles la mano continuó pausadamente su camino, haciéndoles preguntas, tomando noticias, conversando con ellos y deteniéndolos de Intento hasta que los soldados se repusiesen de la marcha. De este modo llegó a la capital y entró en ella juntamente con los Tebanos, que, aunque no eran gustosos de ello, no se atrevieron a estorbárselo, por ser bastante el número de tropas que le seguían. Entró, pues, Tito en la ciudad, sin que ésta fuese de su partido, y procuró atraerla a él ayudado del rey Átalo, que también exhortaba a los Tebanos; mas esforzándose Átalo para mostrarse a Tito orador más vehemente de lo que su vejez permitía, o le dio un vértigo o se le atravesó una flema, a lo que parece, pues de repente cayó sin sentido, y conducido en sus naves al Asia, al cabo de pocos días murió, y los Tebanos abrazaron efectivamente la causa de Roma.