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Después que saludó a Cina, se presentó a los soldados, puso al punto manos a la obra y causó una gran mudanza en el estado de las cosas: porque, en primer lugar, interceptando con las naves los víveres y robando a los comerciantes, se hizo dueño de la provisión; luego, recorrien- do las ciudades de la costa, las hizo rebelarse; finalmente, tomando por traición a Ostia, saqueó las casas y dio muerte a gran número de los habitantes, y además, echando un puente sobre el río, enteramente cortó a los enemigos la posibilidad de proveerse por mar. Moviendo después con el ejército, marchó contra Roma, y tomó el monte llamado Janículo: contribuyendo mucho Octavio al mal éxito de los negocios, no tanto por impericia como por su nimia escrupulosidad acerca de lo justo, la que con daño público le impedía valerse de los recursos provechosos; así es que proponiéndole muchos que llamara a la libertad a los esclavos, respondió que no concedería a los esclavos la ciudad quien expelía de ella a Mario para sostener las leyes. Vino a esta sazón a Roma Metelo, hijo del otro Metelo que mandó en África y que fue desterrado por Mario, y como fuese tenido por mejor general que Octavio, abandonando a éste los soldados, corrieron a aquel pidiéndole que tomase el mando y salvase la patria, porque combatirían denodadamente, y sin duda vencerían con un general experto y activo; pero recibiéndolos mal Metelo, y mandándoles que volviesen al cónsul, se pasaron a los enemigos, y al cabo se marchó el mismo Metelo, dando por perdida la ciudad. En el ánimo de Octavio influyeron unos Caldeos y algunos agoreros y sibilistas para que permaneciese en Roma, porque todo saldría bien. Era Octavio, por lo demás, acaso el hombre de mejor modo de pensar entre los Romanos, y el que más conservaba fuera de adulación la majestad consular conforme a las costumbres y leyes patrias, como si éstas fueran otras tantas fórmulas inalterables; pero sujeto a esta miseria, por la que más tiempo gastaba con embaidores y adivinos que con los que le pudieran dirigir en el gobierno y en la guerra. Éste, pues, antes que entrase Mario, fue arrancado de la tribuna y muerto por un piquete que le precedió, y se dice que a su muerte se le halló en el seno una tableta caldea; siendo cosa extraña que de estos dos hombres ilustres, a Mario le diese poder el no despreciar los agüeros y a Octavio le perdiese.

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