En esto, como en una alteración de vientos, llegaron por todas partes noticias de que Sila, habiendo dado fin a la guerra de Mitridates y recobrado las provincias, se había embarcado con muchas fuerzas; esto produjo ya una breve intermisión y corta pausa de tan indecibles males, por creer que la guerra venía sobre ellos. Fue, pues, nombrado Mario séptima vez cónsul, y tomando posesión en las mismas calendas de enero, en que principia el año, hizo precipitar a un tal Sexto Licinio, lo que pareció a todos presagio de nuevos males. Pero Mario, desalentado ya con los trabajos y agotadas en cierta manera con tantos cuidados las fuerzas de su espíritu, al que acobardaba la experiencia de los infortunios pasados, no pudo sufrir la idea de una nueva guerra y nuevos combates y temores, porque reflexionaba que la contienda no había de ser con Octavio o con Merula, que sólo mandaron a una gente colecticia y a una muchedumbre sediciosa, sino que el que ahora le amenazaba era aquel mismo Sila que ya antes lo había arrojado de la patria y en aquel momento acababa de con finar en el Ponto Euxino a Mitridates. Quebrantado con estos pensamientos y teniendo fija la vista en su larga peregrinación, en sus destierros y en tantos peligros como había corrido por mar y por tierra, le fatigaban crueles dudas, terrores nocturnos y sueños inquietos, pareciéndole oír siempre una voz que le decía: Terrible del león es la guarida aun para quien la ve cuando está ausente No pudiendo, sobre todo, llevar la falta de sueño, se entregó a francachelas y embriagueces muy fuera de sazón y de su edad, procurando por medios extraños conciliar el sueño como refugio de los cuidados. Finalmente, habiendo llegado noticias recientes del mar y sobrevenídole con ellas nuevos cuidados, parte de miedo de lo futuro y parte por el peso y cúmulo de los cuidados presentes, con muy ligero motivo que se agregase, contrajo una pleuresía, según refiere el filósofo Posidonio, quien dice que él mismo entró a verle cuando ya estaba enfermo y que le habló sobre los objetos de su embajada. Pero el historiador Gayo Pisón refiere que, paseándose Mario con sus amigos después de comer, movió la conversación de sus sucesos, tomándola de lejos, y después de haber referido las muchas mudanzas de su suerte, había concluido con que no era hombre de juicio en volver otra vez a ponerse en manos de la fortuna, y que en seguida, saludando a los que allí se hallaban, se había puesto en cama, y, manteniéndose en ella siete días seguidos, había muerto. Algunos dicen que en la enfermedad se manifestó del todo su ambición, por el delirio extraño que tuvo. Figurábasele que se hallaba de general en la guerra de Mitridates, y tomaba todas las posturas y movimientos del cuerpo que son de costumbre en los combates, dando los mismos gritos y las mismas exhortaciones a los soldados; ¡tan fuerte y fijo era en él el amor a este ejercicio por la emulación y por el deseo de mandar! Por esta causa, con haber vivido setenta años y haber sido el primero de todos que fue siete veces nombrado cónsul, poseyendo casa y hacienda bastante para muchos reyes, aún se lamentaba de su fortuna, como que moría antes de sazón sin haber satisfecho sus deseos.