8

Que era éste su carácter se confirma con lo que se dice haber hecho en Mileto; porque habiendo prometido a sus amigos y huéspedes que los ayudaría a desatar la democracia y desterrar a los contrarios, como aquellos hubiesen mudado de propósito y reconciliándose con sus enemigos, fingió públicamente que se holgaba mucho de ello y tomaba parte en la reconciliación; pero en secreto los reprendía y vituperaba, excitándoles a sobreponerse a la muchedumbre. Cuando ya tuvo noticia de la insurrección, partió inmediatamente a auxiliarla, y entrando en la ciudad, a los primeros con quienes tropezó de los insurgentes los maltrató de palabra y se les mostró irritado, como si hubiera de tomar venganza de ellos; y a los otros les inspiraba confianza dándoles a entender que nada desagradable temieran mientras él estuviese allí; haciendo uso de estas ficciones y de estos diferentes papeles, con la mira de que no huyesen los demócratas y de mayor poder, sino que permaneciesen en la ciudad, para quitarles la vida, como efectivamente sucedió, porque perecieron todos cuantos se confiaron. También nos ha conservado Androclidas una expresión de Lisandro, que demuestra su ligereza en materias de juramentos; porque, según dice, era su opinión que a los niños se les había de engañar con dados, y a los hombres, con juramentos; tomando malamente por modelo un general a un tirano, esto es, Lisandro a Polícrates de Samo; fuera de que no era muy espartano, sobre ser muy inicuo, el haberse mal así con los Dioses como con los enemigos, porque el que abusa, para engañar, del juramento, reconoce que teme a su enemigo y que insulta a Dios.

Share on Twitter Share on Facebook