El preparativo que excogitó al principio, y que trató de poner por obra, fue persuadir a sus conciudadanos, disponiendo al efecto un discurso trabajado con esmero por Cleón de Halicarnaso; pero, reflexionando después sobre lo extraordinario y grande de la novedad que intentaba, para la que eran necesarios superiores auxilios, usando de máquinas, como en las tragedias, impuso e introdujo vaticinios y oráculos, desconfiando del efecto de la habilidad de Cleón, si al mismo tiempo no atraía a los ciudadanos a su propósito, pasmándolos y sobrecogiendo su ánimo con la superstición y el temor de los dioses. Éforo dice que, habiendo intentado sobornar a la Pitia, y después ganar, por medio de Ferecles, a las Dodónidas, como hubiese salido mal en una y otra tentativa, partió al templo de Amón y quiso también corromper con grandes dádivas a aquellos ciudadanos, los cuales, ofendidos de ello, enviaron a Esparta algunos que le acusasen, y que, como fuese absuelto, dijeron los Africanos al tiempo de retirarse a su país: “Mejor juzgaremos nosotros ¡oh Espartanos! cuando vengáis a habitar entre nosotros en el África”; porque se suponía haber un oráculo antiguo sobre que habían de trasladar su residencia al África los Lacedemonios. Mas de todo este enredo y esta trama, que no deja de ser curiosa, ni tuvo un vulgar principio, sino que, como un teorema matemático, procedió de un punto a otro por medio de lemas difíciles y laboriosos, hasta llegar a su complemento, daremos una puntual razón, siguiendo las huellas de un historiador y filósofo.