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Extendía Arquelao su ala derecha en disposición de envolver a los Romanos, y Hortensio acudió a carrera con sus cohortes a acometerle por el flanco; pero como aquel enviase sin dilación a su encuentro dos mil caballos que tenía a mano, oprimido de la muchedumbre se retiró hacia las alturas, separada algún tanto de la falange y cercado de los enemigos. Súpolo Sila, y marchó al punto en su auxilio desde el ala derecha, que aún no había entrado en acción. Arquelao, que por el polvo levantado con aquel movimiento conjeturó lo que era, dejó en paz a Hortensio y se dirigió al sitio de donde partió Sila en su ala derecha para derrotarla, hallándola falta de caudillo. Al mismo tiempo, Taxiles cargó a Murena con sus calcáspidas, de manera que, formándose gritería en dos partes, y repitiendo el eco las montañas, lo entendió Sila y quedó muy confuso, sin saber adónde acudir. Resolvió volver a su puesto, mandando en socorro de Murena a Hortensio, con cuatro cohortes, y dando orden a la quinta de que le siguiese, marchó al ala derecha, que por sí misma se había sostenido dignamente contra Arquelao, al que rechazó enteramente con su llegada. Victoriosos, pues, persiguieron a los enemigos hacia el río y el monte Aconcio, adonde corrían en completa dispersión. Mas no por esto se descuidó Sila de Murena, que quedaba en riesgo, sino que partió a dar socorro a aquellas tropas; pero viéndolas también vencedoras, volvió a tomar parte en la persecución. Murieron muchos de los bárbaros en aquella llanura; pero fueron muchos más los que perecieron sorprendidos en las inmediaciones del campamento adonde querían refugiarse, en términos que, de tantos millares, sólo diez mil llegaron a Calcis. Sila dice que de los suyos sólo faltaron catorce, y de éstos aun aparecieron dos a la caída de la tarde. Así, en los trofeos inscribió a Marte, la Victoria y Venus, como que había dado fin glorioso a aquella guerra, no menos por su buena dicha que por la pericia y el valor; y este trofeo, por la victoria de la llanura, le colocó en el punto en donde primero cedió Arquelao junto al río Molo. El otro, por la sorpresa de los bárbaros, existe en la cima del Turo, y su inscripción en caracteres griegos da el prez de la victoria a Homoloico y Anaxidamo. Las fiestas por estas victorias las celebró en Tebas, erigiendo un altar junto a la fuente Edipodea; los jueces eran Griegos escogidos de las demás ciudades, habiéndose mostrado irreconciliable con los Tebanos, a quienes tomó la mitad de sus términos, consagrándola a Apolo Pitio y Zeus Olímpico; y del dinero de las rentas de ellos mandó se diera también a los Dioses el que les había tomado de sus templos.

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