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Favorecióle entonces la fortuna, y habiéndose manejado bien en la expidición al lado de Demóstenes, dentro del término que prefijó, a cuantos Espartanos no murieron en el combate los trajo esclavos, habiéndosele rendido a discreción. Volvióse esto en gran descrédito de Nicias, pareciendo una cosa más torpe y fea todavía que arrojar el escudo el abandonar por miedo, espontáneamente, el mando, y, despojándose a sí mismo de la autoridad, proporcionar al enemigo la ocasión de tan brillante triunfo. Motejóle de nuevo con este motivo Aristófanes, en su comedia titulada Las aves, diciendo: Pues no, no es tiempo de dormirnos éste, ni de dar largas, imitando a Nicias. Y en la de Los labradores dice asimismo: -Quiero labrar mis campos. -¿Quién te estorba? -Vosotros, y mil dracmas os prometo si exento me dejáis de todo mando. -Las aceptamos; pues dos mil tendremos con las que ya de Nicias recibimos. Y en verdad que hizo notable daño a la ciudad dejando que adquiriera Cleón tanto crédito y poder, con el que, tomando nuevo arrojo y una osadía inaguantable, entre otros males que acarreó a la república, de los que no le cupo a Nicias poca parte, le hizo el de destruir el decoro de la tribuna, siendo el primero que en las arengas gritó descompasadamente, se dejó abierto el manto, se golpeó los muslos e introdújo el dar carreras estando hablando; con lo que engendró en los que después de él manejaron los negocios un absoluto olvido y desprecio de toda dignidad: causa principalísima del trastorno y confusión que de allí a poco sobrevino a la república.

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