Cuando se hallaban en este conflicto, llegó Góngilo de Corinto, con un trirreme, y, corriendo todos a él, como era natural, les dijo que Gilipo estaba para llegar de un momento a otro, y aun venían más fuerzas en su socorro. Todavía dudaban de esta relación de Góngilo, cuando les llegó aviso de Gilipo, previniéndoles que marcharan a unirse con él. Cobraron, pues, ánimo, y, tomando las armas, apenas llegó Gilipo, sin detención marchó en orden de batalla contra los Atenienses. Formó también Nicias contra ellos, y entonces, bajando Gilipo las armas, envió un heraldo a los Atenienses, diciéndoles que les daría permiso para retirarse conseguridad de la Sicilia, a lo cual ni siquiera se dignó de contestar Nicias; pero algunos de los soldados, echándose a reír, le preguntaron si por haberse presentado una capa y un báculo lacónicos había derepente mejorado tanto el estado de los Siracusanos, que pudieran despreciar a los Atenienses, que a trescientos más valientes que Gilipo y con más cabellera, teniéndolos en prisiones, los habían vuelto a los Lacedemonios. Timeo refiere quelos mismos Sicilianos miraron con el mayor desprecio a Gilipo; a la postre, por condenar en él su codicia y su avaricia sórdida, y cuando al principio se presentó, porque hacían irrisión de su capa y de su cabellera. Dice, además, que apenas se aparéció Gilipo volaron muchos a él, como cuando se aparece la lechuza, dispuestos a hacer la guerra; lo que es más cierto que lo que antes se deja dicho; porque acudieron en gran número, reconociendo en aquella capa y en aquel báculo la señal dístintiva y la dignidad de Esparta; y esto fue obra de sólo Gilipo, como lo dice Tucídides, y también Filisto, natural de Siracusa, y testigo ocular de estos sucesos. En la primera batalla quedaron vencedores los Atenienses, habiendo dado muerte a algunos Siracusanos y alcorintio Góngilo; pero al día siguiente hizo ver Gilipo cuánto puede la inteligencia y pericia militar, pues con las mismas armas, con los mismos caballos, en el mismo terreno, aunque no de la misma manera, sino variando la formación, venció a los Atenienses, que en fuga se retiraron a su campamento; y habiendo puesto a trabajar a los Siracusanos, con las piedras y materiales que aquellos habían allegado continuaron sus obras comenzadas, con las que cortaron el murallón de los Atenienses; de modo que aun con vencer nada adelantarían. Adelantados con esto extraordinariamente los Siracusanos, tripularon sus galeras, y recorriendo el país con su caballería y la de los aliados atrajeron a muchos. Dirigiéndose también Gilipo a las ciudades, movió alborotos y sediciones en todas ellas, consiguiendo que le obedeciesen y se le incorporasen. Nicias, entonces, volviendo a su primer modo de pensar, y reconociendo la mudanza que los negocios habían tenido, cayó de ánimo y escribió a los Atenienses, pidiendo que le enviaran otro ejército o retiraran aquel de la Sicilia, y en cuanto a sí, rogó que le exoneraran del mando, a causa de su enfermedad.