6

Pasó allí Craso escondido ocho meses, y dejándose ver desde el punto en que se supo la muerte de Cina, como acudiesen a él muchos de los naturales, reclutando unos dos mil y quinientos recorrió con ellos las ciudades, de las cuales sólo saqueó a Málaga, según opinión de muchos, aunque se dice que él lo negaba y que impugnó a aquellos escritores. Recogió después de esto algunas embarcaciones, y pasando al África se dirigió a Metelo Pío, varón de grande autoridad y que había juntado un ejército respetable; pero, con todo, no permaneció largo tiempo a su lado, sino que, habiéndose indispuesto con él, partió en busca de Sila, que le admitió y trató con la mayor distinción. Regresó Sila a Italia de allí a poco, y queriendo tener en actividad a todos los jóvenes que con él servían les fue dando diferentes encargos, y como enviase a Craso al país de los Marsos a reclutar gente, éste le pidió escolta, porque tenía que pasar entre los enemigos; pero diciéndole Sila con cólera: “¡Y tanto! Pues te doy en escolta a tu padre, tu hermano, tus amigos y tus parientes, de cuyos injustos matadores voy a tomar venganza”, corrido e inflamado por semejante expresión partió sin detenerse, atravesó resueltamente por entre los enemigos, reunió considerables fuerzas, y en los combates dio pruebas a Sila de su valor. Desde este tiempo y estos sucesos se dice que comenzó su emulación y contienda de gloria con Pompeyo; porque con ser éste de menor edad, e hijo de un padre infamado en Roma, y aborrecido con el más implacable odio de sus conciudadanos, brilló extraordinariamente y compareció grande en estos rencuentros; tanto, que Sila, cuando entraba Pompeyo, se levantaba, se descubría la cabeza y le saludaba con el dictado de emperador; distinciones de que no solía usar ni con varones más ancianos que él ni con sus colegas. Quemábase e irritábase Craso con estas cosas, sin embargo de que era justamente postergado, porque le faltaba pericia, y quitaban el valor a sus hazañas las ingénitas pestes que le acompañaban siempre, a saber: su ansia de adquirir y su sórdida codicia; así es que, habiendo tomado en la Umbría la ciudad de Tudercia, fue acusado ante Sila de que se había apropiado la mayor parte del botín. Luego, en la batalla de Roma, que fue la más encarnizada y decisiva, Sila fue vencido, habiendo sido rechazado y deshechos no pocos de lo que estaban a su lado; mas Craso, que mandaba el ala derecha, venció a los enemigos, y habiéndolos perseguido hasta entrada la noche envió a pedir a Sila cena para sus soldados y le anunció la victoria; pero en las proscripciones y subastas volvió a desacreditarse comprando grandes rentas a precio muy bajo y pidiendo dádivas. En la Calabria se dice que proscribió a uno, no de orden de Sila, sino por codicia, por lo que, reprobando éste su conducta, no volvió a valerse de él para ningún negocio público. Tenía la partida de ser tan diestro para ganarse la gente con la adulación como sujeto a que con la adulación se lo llevaran de calles. Era otra de sus propiedades, según se dice, el que, siendo el más codicioso de los hombres, aborrecía y censuraba a los que adolecían del mismo vicio.

Share on Twitter Share on Facebook