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Sucedió que Tisafernes, temiendo al principio a Agesilao, capituló con él, concediéndole que las ciudades griegas se gobernasen por sus leyes con independencia del rey; pero pareciéndole después que tenía bastantes fuerzas se decidió por la guerra. Agesilao admitió gustoso la provocación, porque confiaba mucho en el ejército, y tenía a menos que los diez mil mandados por Jenofonte hubiesen llegado hasta el mar, venciendo al rey cuantas veces quisieron, y que él, al frente de los Lacedemonios, que daban la ley por mar y por tierra, no presentara a los Griegos ningún hecho digno de conservarse en la memoria. Pagando, pues, a Tisafernes su perjuicio con un justo engaño, dio a entender que se dirigía a la Caria, y, cuando el bárbaro tuvo reunidas allí sus fuerzas, levó anclas e invadió la Frigia. Tomó muchas ciudades y se apoderó de inmensas riquezas, manifestando a sus amigos que quebrantar injustamente la fe de los tratados es insultar a los dioses, pero que en usar de estratagemas que induzcan en error a los enemigos no sólo no hay justicia, sino acrecentamiento de gloria, acompañada de placer y provecho. Era inferior en soldados de a caballo, y al hígado de una víctima se halló faltarle uno de los lóbulos; retiróse, pues, a Éfeso, y juntó prontamente caballería por el medio de proponer a los hombres acomodados que si no querían servir en la milicia dieran cada uno un caballo y un hombre; y como éstos fuesen muchos, en breve tiempo tuvo Agesilao muchos y valientes soldados de a caballo en lugar de inútiles infantes. Porque los que no querían servir pagaban jornal a los que a ello se prestaban, y los que no querían cabalgar, a los que no tenían gusto en ello. También de Agamenón se dice haber obrado muy cuerdamente en recibir una excelente yegua por librar de la milicia a un cobarde y rico. Ocurrió asimismo que los encargados del despacho del botín pusieron de su orden en venta los cautivos, despojándolos del vestido; y como de las ropas hubiese muchos compradores, pero de las personas, viendo sus cuerpos blancos y débiles del todo, a causa de haberse criado siempre a la sombra, hiciesen irrisión, teniéndolos por inútiles y de ningún valor, Agesilao, que se hallaba presente: “Estos son- dijo- contra quienes peleáis y éstas las cosas por que peleáis”.

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