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Fue, efectivamente, absuelto Esfodrias; y como los Atenienses, luego que lo supieron, les moviesen guerra, clamaban todos contra Agesilao, por parecerles que cediendo a un deseo inconsiderado y pueril había estorbado un juicio justo, y que había hecho a la república objeto y blanco de quejas con semejantes atenta dos cometidos contra los Griegos. En este estado, notó que Cleómbroto no se mostraba pronto a hacer la guerra a los Tebanos, y, dejando entonces a un lado la ley de que se había valido antes para no ir a la otra expedición, invadió en persona la Beocia, haciendo a los Tebanos cuanto daño pudo, y recibiéndolo a su vez; de manera que, retirándose en una de estas ocasiones herido, le dijo Antálcidas: “Bien te pagan los Tebanos su aprendizaje, habiéndoles tú enseñado a pelear, cuando ellos ni sabían ni querían”. Y en realidad se dice que en estos encuentros los Tebanos se mostraron sobre manera diestros y esforzados, como ejercitados con las continuas guerras que contra ellos movieron los Lacedemonios. Por lo mismo, previno el antiguo Licurgo en sus tres series de leyes, llamadas Retras, que no se hiciera la guerra muchas veces a unos mismos enemi- gos, para que no la aprendiesen. Estaban también mal con Agesilao los aliados, porque intentaba la ruina de los Tebanos, no a causa de alguna ofensiva común contra los Griegos, sino por encono y enemiga particular que contra aquellos tenía. Decían, pues, que los gastaba y maltraía sin objeto de su parte, haciendo que los más concurrieran allí todos los años, para estar a las órdenes de los que eran menos; sobre lo que se dice haber recurrido Agesilao a este artificio a fin de hacerles ver que no eran tantos hombres de armas como creían. Mandó que todos los aliados juntos se sentaran de una parte, y los Lacedemonios solos de otra; dispuso después que, a la voz del heraldo, se levantaran primero los alfareros; puestos éstos en pie, llamó en segundo lugar a los latoneros, después a los carpinteros, luego a los albañiles, y así a los de los otros oficios. Levantáronse, pues, casi todos los aliados, y de los Lacedemonios ninguno, porque les estaba prohibido ejercer y aprender ninguna de las artes mecánicas; y por este medio, echándose a reír Agesilao: “¿Veis- les dijo- con cuántos más soldados contribuimos nosotros?”

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