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Salió en tanto de su cargo Lisandro, por haberse cumplido el tiempo, y los Éforos entonces nombrados restablecieron a Leónidas, que lo solicitó; y a Lisandro y Mandroclidas les formaron causa por haber decretado fuera de la ley la abolición de las deudas y el repartimiento de tierras. Viéndose éstos en peligro, persuadieron a los reyes que, poniéndose de acuerdo, no hicieran cuentas de las determinaciones de los Éforos, porque las facultades de éstos sólo se ejercitaban en la discordia de los reyes para agregar su voto al de aquel cuya opinión era más acertada, cuando el otro se oponía a lo que pedía el bien público; pero cuando los dos reyes estaban conformes, su autoridad era irrevocable, y era contra ley el oponérseles; así que, como les era concedido a los Éforos interponerse y dirimir sus discordias cuando altercaban, les era vedado estorbarlos cuando sentían de un mismo modo. Persuadidos ambos de esto, bajaron a la plaza con sus amigos e hicieron levantar de sus sillas a los Éforos, nombrando en su lugar otros, de los que era uno Agesilao. Armaron enseguida a muchos de los jóvenes, y dando libertad a los que habían sido puestos en prisión, se hicieron temibles a los contrarios, pareciendo que iba a haber muchas muertes; pero no dieron muerte a nadie, y antes bien, queriendo Agesilao atentar contra Leónidas, que salía para Tegea, enviando gentes al camino contra él, Agis, que llegó a entenderlo, mandó otras personas de su confianza que, protegiendo a Leónidas, le condujeran a Tegea con toda seguridad.

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