Habilitaron éstos sin dilación a Agis, engreído con la ambición y entusiasmo de los que bajo él militaban; porque siendo en la mayor parte jóvenes y pobres, guarecidos ya con la inmunidad y soltura de sus deudas, y alentados con la esperanza de que se les repartirían las tierras cuando volvieran de la expedición, se presentaron a Agis de un modo singular y admirable, y fueron para las ciudades un nunca visto espectáculo, marchando por el Peloponeso sin causar el menor daño, con la mayor apacibilidad, y casi puede decirse que sin hacer ruido; de manera que los Griegos estaban maravillados, y se decían unos a otros: “¡Cuál sería el orden del ejército de Esparta cuando tenía por caudillo a Agesilao, o a aquel Lisandro, o a Leónidas el Mayor, si ahora es tanto el respeto y miedo de los soldados a un mozo que casi es el más joven de todos!” Además, este mismo joven con no ostentar distinción ninguna en la sencillez, en la tolerancia del trabajo, en las armas ni en el vestido, se hacía digno de ser visto e imitado de la muchedumbre. Sin embargo, a los ricos no les agradaba este nuevo porte, temiendo que pudiera ocasionar movimiento en los pueblos para tomarle en todas partes por ejemplo.