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Por esta razón, reputando Agis empresa muy laudable, como en realidad lo era, la de restablecer la igualdad y llenar la ciudad de habitantes, empezó a tantear los ánimos de los ciudadanos; y lo que es los jóvenes se le manifestaron prontos más allá de su esperanza, revistiéndose de virtud y mudando de método de vida, como pudieran hacerlo de un vestido, por amor a la libertad. De los ancianos, los más, estando ya envejecidos en la corrupción, como esclavos fugitivos que van a ser presentados a su señor, temblaban a la idea de Licurgo, y se volvían contra Agis, que se lamentaba del estado presente de la república y echaba de menos la antigua dignidad de Esparta. Lisandro, hijo de Libis, y Mandroclidas de Écfanes, y con ellos Agesilao, entraban gustosos en sus nobles designios, y le incitaban a la ejecución. Lisandro gozaba de la mayor reputación entre los ciudadanos; Mandroclidas era el más diestro de los Griegos en el manejo de los negocios, y con esta habilidad juntaba la osadía y el no desdeñar, cuando eran menester, el artificio y el engaño. Agesilao era tío del rey, hombre elocuente, aunque por otra parte flojo y codicioso; mas no se dudaba que a éste quien le movía y aguijoneaba era su hijo Hipomedonte, mozo acreditado en muchas guerras y de grande influjo, por tener a todos los jóvenes de su parte; pero la causa principal que incitaba a Agesilao a tomar parte en lo que se traía entre manos eran sus muchas deudas, de las que esperaba quedar libre con la mudanza de gobierno. Por tanto, apenas Agis lo atrajo a su partido, lo encontró dispuesto a procurar de consuno persuadir a su madre, que era hermana de éste, y que por la muchedumbre de sus colonos, de sus amigos y sus deudores gozaba del mayor poder en la ciudad y tenía grande intervención en los negocios públicos.

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