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Arato, después que incorporó su persona y su ciudad en la liga de los Aqueos, se hizo apreciar de los magistrados, militando en caballería o por su subordinación y obediencia; pues con haber puesto en la sociedad partes tan principales como su propia gloria y el poder de su patria, se prestó siempre a servir como cualquiera ciudadano particular bajo las órdenes del que ejercía la autoridad entre los Aqueos, ora fuese natural de Dima, ora de Tritea, o de otra ciudad más pequeña. Trajéronle también de parte del rey Tolomeo en donativo la cantidad de veinticinco talentos; tomólos el mismo Arato, y en seguida los entregó a sus conciudadanos pobres, ya para otros objetos, ya para rescatar los cautivos.

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