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Prometió Arato darle sesenta talentos si se lograba la empresa, y sí ésta se desgraciaba, pero salía con ellos salvo, a cada uno de los dos casa y un talento. Mas siendo preciso depositar el dinero en Egias, y no teniéndole ni queriendo tomarle a logro, por no dar motivo a otros de comprender su designio, cogió su vajilla de plata y todos los arreos de oro de su mujer, y los empeñó a Egias por aquella suma. Era tal su magnanimidad y tan ardiente su amor a las acciones loables, que, sabiendo haber sido Foción y Epaminondas, de todos los Griegos, los que mayor opinión de justos se habían granjeado, por haberse negado a admitir grandes dones y no haber sacrificado al dinero lo honesto, no se detuvo en gastar secretamente en objetos en que él solo peligraba por todos los ciudadanos, los cuales ni siquiera tenían noticia de lo que emprendía. Porque quién no admirará y no tomará interés aun ahora en la elevación de ánimo de un hombre que con tan crecida suma compraba el mayor peligro y empeñaba las que se tienen por más preciosas alhajas para meterse de noche entre los enemigos y poner a riesgo su vida, no teniendo de aquellos a quienes favorecía más prenda que la esperanza de una acción honesta sin ningún otro premio?

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