La empresa, que de suyo era arriesgada, la hizo más peligrosa todavía la siguiente equivocación que se padeció a los primeros pasos: Tecnón, el esclavo de Arato, fue enviado a que con Diocles se hiciera cargo del sitio, y él nunca antes se había visto personalmente con Diocles, sino que había formado idea de su figura por las señas que Ergino le había dado, teniéndole por de cabello encrespado, moreno y todavía imberbe. Yendo, pues, al lugar aplazado, esperó a Ergino, que había de acudir con Diocles a las inmediaciones de la ciudad, poco más acá del sitio llamado Ornis. En esto el hermano mayor de Ergino y Diocles, llamado Dionisio, que nada sabía de aquel designio, ni era por tanto del secreto, pero que se parecía a Diocles, acertó a pasar casualmente por allí. Tecnón, guiado de la semejanza al conocimiento de las señas, le preguntó si tenía alguna relación con Ergino; como respondiese que era hermano, enteramente se persuadió Tecnón de que hablaba con Diocles, y sin preguntarle el nombre ni esperar a más pruebas, le da la diestra, le habla de lo tratado con Ergino y le hace preguntas. Él, llevando adelante la equivocación con sagacidad, conviene en todo y, volviendo a la ciudad, se lo lleva consigo en conversación, sin que pudiera caer en sospecha. Cuando ya estaban cerca y apenas faltaba otra cosa que el que le echaran mano a Tecnón, quiso la buena suerte que se apareciese allí Ergino, y habiéndose penetrado de la equivocación y del peligro, por señas previno a Tecnón que huyera, y, encaminándose ambos a casa de Arato, por pies pudieron salvarse. Mas no por eso cedió éste en sus esperanzas, sino que inmediatamente envió a Ergino con dinero para que lo entregara a Dionisio y le encargara el secreto. Hízolo así Ergino, y se vino después a casa de Arato, trayendo a Dionisio consigo. Luego que allí le tuvieron, ya no le dejaron de la mano, sino que lo aprisionaron y lo pusieron en buena custodia, dedicándose a tomar las convenientes disposiciones para la ejecución de su proyecto.