Habiéndose de esta manera salvado y evitado el peligro Arato, muy desde luego se le infundió y fue creciendo en él un odio el más ardiente y violento contra los tiranos. Recibió en Argos de los huéspedes y amigos paternos una educación liberal, y viendo él mismo que su cuerpo adquiriría talla y robustez, se dedicó a los ejercicios de la palestra, de tal modo que, habiendo lidiado los cinco certámenes, alcanzó las cinco coronas. Descúbrese en sus mismos retratos un cierto aire atlético, y lo grave y regio de su semblante no alcanza a desmentir que fuese tragón y bebedor. Quizá por esto mismo atendió al estudio de la elocuencia menos de lo que convenía a un hombre de estado, aunque no dejaba de ser más elegante que lo que han juzgado algunos por los comentarios que de él nos han quedado escritos deprisa y con los nombres vulgares, en medio de los negocios y según éstos ocurrían. Más adelante Dinias y Aristóteles el dialéctico a Abántidas, que acostumbraba asistir en la plaza a sus conferencias, tomando parte en ellas, luego que le vieron cebado en este estudio, le armaron asechanzas y le quitaron la vida. A Paseas, el padre de Abántidas, le dio alevosamente muerte Nicocles, y se alzó él mismo con la tiranía. Dícese de él que era en su semblante sumamente parecido a Periandro, el hijo de Cípselo, al modo que a Alcmeón el de Anfiarao el persa Orontes, y a Héctor un joven Lacedemonio, de quien refiere Mirsilio que fue pateado y muerto de este modo por la muchedumbre que le estaba viendo, luego que advirtieron la semejanza.